El metaverso promete revolucionar nuestra forma de vida. Al integrar tecnologías inmersivas como la realidad virtual y aumentada (VR y AR), espera agregar otra capa a la forma en que experimentamos la vida cotidiana. Se sugiere que el metaverso cree espacios virtuales donde las personas puedan reunirse y compartir experiencias sin importar las limitaciones geográficas. Las posibilidades parecen infinitas: intercambiar conocimientos, fomentar la colaboración profesional, desarrollar y democratizar el arte, la educación, la cultura e incluso permitir el compromiso político. Las interacciones sociales están en el centro de la idea de un metaverso. Esto plantea la pregunta: ¿cómo pueden los nuevos espacios virtuales adquirir las propiedades de los espacios públicos?
Actualmente, existen dos tipos de entornos que permiten a las personas reunirse y compartir experiencias: físicos y virtuales, representados principalmente por las redes sociales. Los espacios públicos físicos son algunos de los espacios más atractivos que pueden ofrecer las ciudades. Permiten la interacción social no estructurada y su carácter está definido por las personas que los utilizan. Sin embargo, cuando la pandemia obligó a todos a encerrarse, las limitaciones de los espacios físicos se hicieron evidentes, y el cambio hacia los espacios sociales virtuales demostró ser ventajoso de múltiples maneras.
Las plataformas virtuales son lugares de encuentro donde cualquiera puede curar su experiencia y, de alguna manera, controlar su exposición. Dado que la conexión no depende de la ubicación física, la red global ofrece una gran cantidad de conexiones posibles para elegir, con intereses y principios comunes que son los agregadores que forman las comunidades. El medio también viene con limitaciones significativas: la estructura de las plataformas dicta los tipos de interacciones posibles, y el medio es casi exclusivamente bidimensional, tomando la forma de texto, imagen o video.
El metaverso promete superar ambas limitaciones y traer lo mejor de ambos mundos al crear una experiencia tridimensional inmersiva y permitir que los usuarios interactúen de una manera más orgánica y desestructurada. El término metaverso elude una definición estricta, pero generalmente se refiere a un mundo virtual construido sobre blockchain, una forma innovadora de almacenar información que permite a los usuarios interactuar entre sí de forma segura y privada, sin depender de intermediarios. Este sistema descentralizado también está vinculado al concepto de web 3.0, una idea de una nueva iteración de Internet que incorpora descentralización, tecnologías de cadena de bloques y economía basada en fichas.
El metaverso no es un producto único, como lo son aplicaciones como Facebook o Instagram, ni es un sistema operativo, como Windows de Microsoft. Es probable que su desarrollo sea similar al de Internet existente, creciendo gradualmente como una constelación de tecnologías, plataformas y productos, impulsada por una combinación de iniciativas públicas y privadas. Actualmente, hay algunas plataformas que funcionan de una manera que se alinea con el concepto de metaverso, pero, a diferencia de Internet existente, no existen estándares universales para garantizar la interoperabilidad. Cada una de estas plataformas es libre de crear su entorno nativo y establecer su propio conjunto de reglas.
Un importante punto de partida de las redes sociales es el cambio hacia entornos inmersivos en 3D, habilitados por la integración de tecnologías VR y AR. Esto significa que la experiencia del mundo virtual empieza a parecerse cada vez más a la física. Los juegos en línea multijugador masivo son los primeros en experimentar con estos conceptos, pero las nuevas plataformas de metaverso cuentan más con los aspectos sociales, creando así entornos que imitan los entornos urbanos. Un ejemplo de ello es Genesis City de Decentraland. La ciudad virtual está compuesta por más de 90.000 parcelas, NFT que toman la forma de cuadrados de 16 por 16 metros de tamaño. Si bien la mayoría de ellos son de propiedad privada, comprados por usuarios privados, algunas parcelas se mantienen como plazas y caminos. Los distritos son otro tipo de suelo, de propiedad privada pero reservado a comunidades temáticas, no a la venta.
Plataformas como esta pueden entenderse como experimentos sociales e incluso críticas a los entornos urbanos. Se ha especulado sobre la distribución del suelo y la posibilidad de construir libremente sobre él, creando un mercado de transacciones inmobiliarias virtuales. Los modelos comerciales pueden incluir la venta de NFT, como entradas para eventos, comercio electrónico o ingresos por publicidad. Las fuerzas del mercado como la escasez y la especulación están impulsando actualmente el valor de la tierra virtual, mientras que el aspecto de la utilidad está subrepresentado en este momento, en parte debido a la audiencia limitada. Como el precio no sigue los patrones del mundo físico, sino que depende en gran medida de la opinión del comprador, el mercado se considera volátil.
Dentro de la lógica de las ciudades virtuales, donde la teletransportación es más que conveniente, las vías y plazas son irrelevantes en términos de transporte, pero asumen un rol diferente. Brindan visibilidad a las propiedades cercanas, convirtiéndose de hecho en herramientas de navegación espacial que exponen el contenido, aumentando así el valor de la tierra. Esto demuestra cómo premisas similares pueden producir diferentes resultados en los mundos físico y virtual.
Las cuestiones de identidad y espacio personal también funcionan de manera diferente. Los espacios públicos en el mundo físico están, hasta cierto punto, autorregulados, y los ciudadanos aplican una presión social sutil para garantizar comportamientos adecuados. Se ha demostrado que esto es difícil de traducir al mundo digital, y es probable que el problema visible en las redes sociales se intensifique en las plataformas de metaverso debido a la sensación de inmersión. Empresas como Meta ya están anunciando medidas correctivas, como imponer un límite personal de 4 pies para proteger a los usuarios de interacciones no deseadas.
Las plataformas de metaverso existentes ofrecen solo un vistazo de lo que podría significar el metaverso. Este es un campo de rápida evolución con grandes promesas, y muchos de los beneficios previstos solo se desbloquearán con los avances que aún están por venir. Si bien el metaverso puede expandir el acceso a ciertos aspectos de la vida social, debe verse como una entidad separada, que no reemplaza la necesidad básica de interacción y conexión cara a cara. Existen riesgos y desafíos en el desarrollo de esta nueva tipología de espacios virtuales, pero también un enorme potencial de progreso social y económico, dado que se desarrollan de manera colectiva, transparente y socialmente responsable.